viernes, 23 de noviembre de 2012

Cuestión de olfato


No sólo del tacto o del oído vive nuestro pequeñito al nacer, el olfato en la infancia es mucho más relevante de lo que se suele tener en cuenta. Está claro que la voz es el primer rasgo que el bebé percibe de su madre; pero, también la reconoce por el olor.

A través de la madre, el(la) pequeñito(a) comienza su memoria olfativa, ya que crea hacia este olor un vínculo emotivo, y esta sensación le quedará grabada toda la vida. Desde este momento, sólo se quedará con aquellos olores que le despierten emociones, los olores indiferentes pasarán de largo.

Tradicionalmente, nos gusta perfurmar a los pequeñitos y perfumarnos desde que tenemos uso de razón, esta es una herencia que nos dejaron los árabes.
Los olores que consideramos infantiles, tienen un significado y transmiten valores. Por ejemplo, la combinación de olores de frutas cítricas contienen la inocencia en la mandarina y la pureza en el limón. La canela y la vainilla significan dulzura y ternura, y el muguet (lirios del valle) se traduce en delicadeza.

Esos olores nos acompañan también en la infancia, donde las niñas suelen envolverse en flores para resaltar su condición femenina y los varones de fragancias frutales que resalten su fuerza y energía.

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